EL SILENCIO HABLA

[Por Nancy Leigh DeMoss, *El Lugar Apacible*]
Como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió Su boca._ (Isaías. 53:7).
De todas las cosas que sabemos que Jesús dijo a lo largo de Su ministerio terrenal, aprendemos una de nuestras lecciones importantes de lo que no dijo. Ridiculizado y ensangrentado delante de Sus acusadores, con evidencias más que suficientes para refutar cada acusación injusta hecha en Su contra, la autodefensa de Jesús a lo largo de cada una de Sus pruebas se caracterizó marcadamente por Su extraordinario silencio.
Sí, el silencio: Una respuesta que tiene un marcado contraste con nuestras reacciones típicas. Es sabio sentarnos a meditar por qué somos tan poco cristianos en la manera en que a menudo reaccionamos ante la amenaza, el reto o la exigencia a rendir cuentas por nuestras acciones.
Estoy convencida de que el silencio de Jesús no fue motivado por un simple estoicismo o para guardar la compostura. Ni fue porque estaba resentido y enojado, deprimido y desahuciado. Creo que el silencio que “escuchamos” de Jesús viene de Su sentido de absoluta y plácida sumisión a la voluntad el Padre; una fortaleza que nosotros también podemos tener en medio de nuestras propias pruebas y circunstancias injustas.
Igual que Jesús, no seríamos tan propensos a contraatacar a aquellos que nos malinterpretan y nos calumnian si tuviéramos la confianza de que Dios todavía está en Su trono y que nada ni nadie puede impedir Sus propósitos eternos. No levantaríamos un dedo acusador hacia el Padre si ya Le hubiéramos entregado nuestras preocupaciones y hubiéramos optado por una firme confianza en Su voluntad y Sus planes.
Desde luego, hay momentos en los que es adecuado (y cristiano) hablar frente a la injusticia y la oposición. Pero cuando tú estás seguro de quién eres y a quién perteneces y de la sabiduría, bondad y amor de Cristo, no tienes que hablar mucho. Puedes dejar que tu propio silencio refleje el corazón y el espíritu de Jesús.
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